lunes, 4 de junio de 2012

Un juego al despiste


 Se acerca el verano cada vez más y asistimos ya al bombardeo mediático que pretende hacernos entrar en situación para que nuestro bolsillo se vaya preparando para los gastos correspondientes a atuendos y complementos propios de la estación cálida del año. Irónicamente al igual que sube la temperatura ambiental, tanto la economía española como los ciudadanos que sufrimos sus alzas y bajas pasamos por momentos que dejan al rojo vivo nuestra situación, por lo que muchos no vemos la hora de darnos nuestro refrescante chapuzón tanto literal, como metafóricamente hablando.

              Es curioso, que este año en vez de observar por la televisión la competencia frenética para que vayamos a uno u otro establecimiento a comprar nuestros accesorios de verano, la publicidad de eventos musicales de verano se está abriendo paso con fuerza. Podemos elegir entre uno u otro espectáculo veraniego donde podremos encontrar a los cantantes y grupos de moda… no es que estos macroconciertos sean cosa nueva, ni que se vengan potenciando ahora por primera vez ya que podríamos considerar el festival de Woodstock en 1969 como un precursor de lo que ahora vivimos, lo que parece extraño es que estando en momentos críticos se dé tanto bombo y platillo a eventos que nunca lo han necesitado; sin embargo es posible que el hecho de anunciar que el pueblo español puede estar de fiesta, consiga despistar a más de uno momentáneamente de la cruda realidad que estamos atravesando. Es cierto que el patrocinio y colaboración de organismos públicos tales como ayuntamientos y autonomías para la organización de estos eventos, puede dejar beneficios en las arcas públicas. Sin embargo, quien a menudo se lleva la mayor parte del pastel suele ser el organizar privado encargado de convocar el evento y obviamente el artista invitado que cobra generalmente cantidades desorbitadas; por lo que como siempre se terminan enriqueciendo los mismos que ya tenían dinero.

              Otro modo de ver esta situación, es pensar que potenciando el entretenimiento, se incentiva el optimismo y por tanto la confianza de la gente para seguir alimentando al gran monstruo de la economía especuladora. Pero posiblemente el optimismo sería mayor si todos los españoles pudieran llegar a final de mes, si no tuviéramos que asistir impotentes al desahucio de familias o a la persecución de bancos acreedores que luego nos vemos obligados a rescatar de nuestro bolsillo.
              Más de un ingenuo podría decir que de esta manera se invierte en cultura, pero posiblemente no tenga mucho que ver la cultura con espectáculos que acaban en vidrios rotos, adolescentes borrachos y alguna que otra reyerta. Probablemente en Tenerife se haya dado un ejemplo al respecto al tomarse la decisión de aplazar el Rock Coast Festival… afortunadamente aún hay sitios donde existe la conciencia colectiva, tan necesaria en estos tiempos.