
Han
pasado escasos tres años desde que en 2009 los licenciados en enseñanzas
artísticas superiores veían cómo por fin los arduos esfuerzos empleados en
completar un larga y sacrificada carrera obtenían el merecido reconocimiento
tras el decreto que otorgaba la nomenclatura de GRADO al finalizar dichos
estudios, consiguiendo de esta manera que los estudios superiores artísticos
obtuvieran el mismo reconocimiento nominativo que los estudios universitarios y
de esta manera también el reconocimiento social que merecen. Ha sido costumbre
por tradición menospreciar a los estudiantes de enseñanzas artísticas debido a
la mítica imagen del artista bohemio, despreocupado e indisciplinado, imagen
por otro lado totalmente errónea, ya que con el plan actual de enseñanza el
artista no sólo se ve obligado a dominar su especialidad, donde hablaríamos de
la faceta práctica de la profesión, sino que como añadido, debe como cualquier
otro alumno de universidad, hacer frente a un considerable número de
asignaturas teóricas, en ocasiones totalmente inútiles. Por lo que si hablamos
de esfuerzo, sería totalmente lógico equiparar y recompensar de igual manera a
un licenciado en arte que a un universitario habitual.
Pues bien, cómo decía al principio
han pasado tres años desde que el artista consiguió poder leer en su título:
GRADUADO EN… y tan sólo tres años ha podido el artista leerlo, ya que
recientemente se ha dictaminado sentencia revocando el derecho a obtener este
título honorífico en definición, que no en capacitaciones. De modo, que el
artista tras ir ganando asalto tras asalto con empeño y tesón, ve cómo de
manera injusta se le declara perdedor aun habiendo ganado el combate.
Marcar
diferencias con el arte, supone dar la espalda al factor que en resumidas
cuentas marca una época, define la identidad de una nación y deja el mejor
legado histórico que un país puede cosechar. El arte más que cualquier
disciplina es la más sutil y eficaz arma contra las barreras ideológicas que
infectan este mundo, si se maltrata al artista se conseguirá que esta sociedad
de barreras se convierta en un laberinto.