jueves, 22 de diciembre de 2011

Parking imposible.

Suenan los claxon  de los coches, respiramos más humo y los relajantes villancicos se convierten en una horrible tortura cuando obligados los escuchamos en la emisora de radio mientras tenemos el volante entre las manos buscando un hueco donde aparcar. Aumenta nuestra agudeza visual para encontrar aparcamiento en la lejanía a la vez que nuestro ingenio y picardía "inventando" nuevos sitios donde estacionar el automóvil. La Navidad se deja sentir en todos los aspectos, desde las aglomeraciones en los centros comerciales, a las colas para empaquetar regalos donde finalmente y tras 30 minutos de espera, decidimos pedir un trozo de papel y envolver nosotros mismos en casa. Afortunadamente, en la mayoría de los casos tanto esfuerzo se ve recompensado con las reuniones familiares que tienen lugar por estas fechas, que quizás deberían tener lugar más veces al año.

Sin lugar a dudas, estas fiestas acentúan problemas y situaciones habituales a las que nos enfrentamos, por ejemplo la búsqueda de aparcamiento... En este sentido estamos ante un problema que crece de forma exponencial y lejos de vislumbrar una solución, nos encontramos con la privatización de parkings, inhabilitación de superficies aptas para el aparcamiento para dar sitio a atracciones y feriantes y como no... la vigilancia policial que atenta está siempre para hacernos entrega del "regalito navideño". Recientemente he tenido que ir al hospital con cierta frecuencia y resulta descarado el complot existente  para obligar a los PACIENTES que no CLIENTES a hacer uso del parking privado; es decir, aquellos que nos organizamos para dejar a nuestro familiar en la puerta del hospital y alejarnos de la zona para parar en otro sitio en doble fila, nos encontramos con el acoso de quienes con actitud chulesca nos ordenan con el gesto de un dedo a mover el coche obligándonos a dar vueltas como tontos; o de los otros que nos ven llegar con desesperación y cara de preocupación al sector de urgencias para saber algo de nuestro familiar y en un inexistente intento de hacer la vista gorda para que aunque sea nos dé tiempo de bajar del coche y preguntar sobre el estado del enfermo antes de aventurarnos a buscar estacionamiento, nos dicen, con la autoridad que les da una falsa placa y una porra de mentira que adornan la fofa barriga de un fracasado que ni policía pudo ser, que ahí no podemos dejar el coche ni un mísero segundo... Es una pena ver como los que llegan como pacientes a la espera de diagnóstico o tratamiento, finalmente son tratados como convictos o ladrones, en un sitio donde además del inri del aparcamiento, nos encontramos a personas que cuando nos perdemos en un pasillo nos miran desafiantes y juiciosos de castigar nuestro atrevimiento... ¿¡¡A QUIÉN SE LE OCURRE PERDERSE EN UN HOSPITAL!!?
En fin, que no aconsejo a nadie ponerse enfermo en Navidad, es un atrevimiento y una osadía por nuestra parte.

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