Se
acerca el verano cada vez más y asistimos ya al bombardeo mediático que
pretende hacernos entrar en situación para que nuestro bolsillo se vaya
preparando para los gastos correspondientes a atuendos y complementos propios
de la estación cálida del año. Irónicamente al igual que sube la temperatura
ambiental, tanto la economía española como los ciudadanos que sufrimos sus
alzas y bajas pasamos por momentos que dejan al rojo vivo nuestra situación,
por lo que muchos no vemos la hora de darnos nuestro refrescante chapuzón tanto
literal, como metafóricamente hablando.
Es
curioso, que este año en vez de observar por la televisión la competencia
frenética para que vayamos a uno u otro establecimiento a comprar nuestros
accesorios de verano, la publicidad de eventos musicales de verano se está
abriendo paso con fuerza. Podemos elegir entre uno u otro espectáculo veraniego
donde podremos encontrar a los cantantes y grupos de moda… no es que estos
macroconciertos sean cosa nueva, ni que se vengan potenciando ahora por primera
vez ya que podríamos considerar el festival de Woodstock en 1969 como un
precursor de lo que ahora vivimos, lo que parece extraño es que estando en
momentos críticos se dé tanto bombo y platillo a eventos que nunca lo han
necesitado; sin embargo es posible que el hecho de anunciar que el pueblo
español puede estar de fiesta, consiga despistar a más de uno momentáneamente
de la cruda realidad que estamos atravesando. Es cierto que el patrocinio y
colaboración de organismos públicos tales como ayuntamientos y autonomías para
la organización de estos eventos, puede dejar beneficios en las arcas públicas.
Sin embargo, quien a menudo se lleva la mayor parte del pastel suele ser el
organizar privado encargado de convocar el evento y obviamente el artista
invitado que cobra generalmente cantidades desorbitadas; por lo que como
siempre se terminan enriqueciendo los mismos que ya tenían dinero.
Otro
modo de ver esta situación, es pensar que potenciando el entretenimiento, se
incentiva el optimismo y por tanto la confianza de la gente para seguir
alimentando al gran monstruo de la economía especuladora. Pero posiblemente el
optimismo sería mayor si todos los españoles pudieran llegar a final de mes, si
no tuviéramos que asistir impotentes al desahucio de familias o a la
persecución de bancos acreedores que luego nos vemos obligados a rescatar de nuestro
bolsillo.
Más
de un ingenuo podría decir que de esta manera se invierte en cultura, pero
posiblemente no tenga mucho que ver la cultura con espectáculos que acaban en
vidrios rotos, adolescentes borrachos y alguna que otra reyerta. Probablemente
en Tenerife se haya dado un ejemplo al respecto al tomarse la decisión de
aplazar el Rock Coast Festival… afortunadamente aún hay sitios donde existe la
conciencia colectiva, tan necesaria en estos tiempos.
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