jueves, 11 de agosto de 2011

El músico mercenario


En tiempos en que la palabra CRISIS resuena en la cabeza de todo el mundo cada día, es aún más usual hacer uso del "músico mercenario". Sí, es ese músico que con el teléfono siempre en cobertura, ojo avizor en su correo y con oído presto a proposiciones laborales, va cual mercenario a cumplir la misión asignada. Ese que no entiende de horarios, condiciones laborales, salarios mínimos ni plazos de pago... bueno, quizás en este sentido un mercenario es más respetado. El uso del "músico mercenario" se hace obligado tras el cierre de orquestas, reducciones de plantilla y "jubilaciones anticipadas". Esta situación no es sólo común en España, sino que se generaliza en el resto de Europa, pudiendo ver como orquestas de gran nivel de Holanda o Alemania han desaparecido, dejando como resultado que un buen número de personas pasen a formar parte del ya gran ejercito de músicos mercenarios, provocando con ello que las condiciones de contratación, ya de por sí deplorables, lo sean aún más, debido al efecto de mercado conocido como "oferta y demanda". La creación de sindicatos que regulen los derechos del músico que vive del "bolo" y que garanticen el cobro del trabajo realizado se hace necesario si se pretende preservar unas condiciones dignas para el músico. Siguiendo con el símil del "músico mercenario", podríamos etiquetar a la propia música y su público como las víctimas, ya que obviamente, a peores circunstancias menor implicación por parte del "músico mercenario" así que melómanos e intérpretes musicales terminan siendo las víctimas colaterales del asesinato de la música, fruto de nefastas interpretaciones musicales, con lo que el "músico mercenario" termina convirtiéndose en un burdo matón chapucero.

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