martes, 9 de agosto de 2011

Libertad vigilada.

Hace como 20 años de los primeros teléfonos móviles, aquellos que necesitaban una torre eléctrica para funcionar, un crédito para comprarlo y mucha suerte para entender la conversación... pese a todo, estos nos causaban admiración por poder hablar libremente desde cualquier sitio, sin contar con el caché que nos daba. Después de pasar por la moda de los teléfonos de tamaño reducido, la de los primeros con pantalla a color, llegando a los táctiles, nos encontramos con la novedad de poder tener las redes sociales a mano y poder ubicar nuestra posición exacta. Resulta paradójico que una herramienta creada con el propósito de otorgarnos mayor libertad de movimiento (antes cuando esperábamos una llamada importante no salíamos de casa en todo el día), hoy por hoy coarte nuestra libertad. Estar localizado se ha convertido en una obligación, a día de hoy nuestros teléfonos triangulan nuestra posición con un margen de fallo de 100 metros si estamos usando tan sólo redes telefónicas, si además usamos smartphones la localización será aún más exacta. Herramientas como el buscador móvil de Google, nos pedirá permiso para utilizar nuestro posicionamiento para facilitarnos información más útil, por no hablar de aplicaciones en las que es posible mostrar nuestra ubicación exacta para encontrarnos con un amigo. Teniendo en cuenta que existen precedentes de despidos por informaciones obtenidas de redes sociales por parte de empresas... no sería descabellado pensar que algún día nuestro jefe pida que le mandemos nuestra ubicación exacta como medio de control! Para mayor inri, existe la incertidumbre de no tener ni idea de a dónde va a parar toda esa información recopilada ni con qué fin puede ser utilizada. Tenemos la falsa sensación de pensar que toda la tecnología nos facilita la vida, cuando la realidad es que un aparato que cabe en nuestra mano, limita nuestra libertad, nos hace más dependientes y roba gran parte de nuestra intimidad.

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